Sobre pasquines, anónimos, seudónimos, sinónimos y otros heterónimos
Caballero Bonald, en una bella y jocosa Historia del seudónimo, comenta que fue Voltaire (Jean Marie Arouet) quien más llevó del bulto, en sentido literal, por redactar textos y firmarlos con seudónimo o falsos nombres. George Sand, nombre de hombre, encubría a la escritora Aurore Dupin, quien según la leyenda contagió de sífilis a Federico Chopin. Pero vamos al grano de la nada. Una cosa es utilizar un seudónimo o falso nombre reconocido o por reconocer. Otra, ofender a alguien de manera vil y canalla y ocultarse en el anonimato o falta de nombre. Yo justificaría este anonimato (sin nombre en Filología) en una guerra de liberación cuando los patriotas ante una potencia extranjera avasallante, deben comunicarse sus intereses militares. De resto, será lo único que comparto con Gustavito Álvarez Gardeazábal, que firmó aquello que escribo. Por lo demás Gustavito hizo parte del Manual de ateología hecho en Bogotá y no obstante estuvo en la última procesión del Divino Ecce Homo en las Fiestas de Ricaurte. Quien o quienes hayan escrito en la red del Facebook contra Rafael Eduardo Palau Salazar muestran y demuestran su insondable capacidad para el diálogo y la exposición frontal de sus ideas. Por el mismo sendero equivocado van los llamados guerrilleros. En lugar de poner y recomponer una lucha parlamentaria, partidista, de propuestas y combates ideológicos y discursivos en las máquinas legislativas, matan gente a diestra y siniestra. Lo negativo del asunto es que en su liviandad usaron logos que no han debido utilizar y ahora están en la mira de la inteligencia policiva, que en Colombia es muy buena. Invito a estos queridos paisanos a que abandonen ese vil y canalla sistema. Es muy fácil agredir y atacar la honra de alguien y camuflarse en la ausencia de la firma. Los invito, digo, a que expongan sus ideas de otra manera y de paso, como están las cosas en Colombia, se eviten situaciones molestas con las autoridades.
