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Daniel Potes Vargas

OPINIÓN

Marlene Rendón Rendón o Fenicia sobre todo

Por:Daniel Potes Vargas

Hija de Marco Fidel Rendón Montoya, de Fredonia-Antioquia, y María Rebeca Rendón Marín, de Jardín, en el mismo departamento, tiene línea familiar con el genial caricaturista Rendón. Es la séptima de 10 hermanos y se siente muy honrada de haber nacido en Fenicia, municipio de Riofrío en el Valle del Cauca. En la escuela Las Américas de su corregimiento natal y en la Escuela Mercantil de don Óscar de la Cruz de Tuluá, estudió su primaria y bachillerato respectivamente. Casada con Rubén González Pacheco, nacido en Alpujarra-Tolima, que fue director de Fenalco en Tuluá, tuvo dos hijos: Janeth y Nelson, que estudió Administración turística y hotelera en el colegio Mayor de Antioquia.
Para Marlene, viajera impenitente por el mundo y por su amada geografía colombiana, lo mejor de Tuluá es su dimensión mercurial, comercial, y lo peor, la falta de amor por la ciudad de parte de sus habitantes. Cree que el Valle tiene un gran futuro turístico, que apenas comienza a organizar esa cara de su realidad. En Tuluá y en el centro del Valle se pueden hacer grandes anillos de prosperidad basados en sus paisajes y recursos naturales y humanos.  Fenicia sigue siendo una maravilla paisajística de Colombia y su belleza brilla sobre muchas otras tierras. 

Tuluá entre la locura y la alegría

Daniel Potes Vargas

Así llama uno de mis libros, que editó la Fundación Sarmiento Palau y que presentó en su momento Gustavo Álvarez Gardeazábal. Presentó, no lanzó como dicen ahora de modo bárbaro y embelequero. ¿Para qué Macondo si hay Tuluá? En Tuluá aquello que no es cierto lo completan a martillazos. Si en la literatura de Gabo hay un cuento llamado “Isabel viendo llover en Macondo”, en Tuluá hay una realidad “El Chiquito viendo llover bestialidades”.
Los patos de los directorios hicieron su octubre. En Tuluá hay ciudadanos que a las nueve están en el directorio de don Orlando Duque Satizábal, a la diez y media en la sede política de Osquítar Marino Tovar Niño, a las once en el directorio de John Jairo Gómez Aguirre y a las dos de la tarde en el garaje político de José Martín Hincapié Álvarez. Total, un turismo electoral, un recorrido por el maravilloso mundo de la rueda de Chicago. Turistas de cuanta oficina hay en materia política, a todos demandan ayuda, a todos prometen votos, a todos aseguran lealtad y cuando llega el día de la quema se ve el humo.
Tuluá es un caso en la historia. No tuvo fundación como Bogotá, Popayán, Tunja o Buga. No hubo el rito hispánico fundacional de construir una capilla y en torno a ella doce casas en recuerdo del número apostólico a partir de las cuales se trazaban las cuadriculas. No, Tuluá fue una tierra de indios que daba trancazos a diestra y siniestra y cada que quería ascender en la escala administrativa frente a la corana de España, Buga le tenía la zancadilla respectiva. 
Ni siquiera tiene clara la semántica de su nombre y la toponimia fracasa ante tales intentos. Unos dicen algo, otros lo contrario. No es de extrañar que en Tuluá llueva hacia arriba y algunos dicen y comentan que su gentilicio es tulueño y otros que no, que es tuluano, olvidando que el único de los 42 municipios del Valle que admite dos gentilicios es Palmira: palmiranos o palmireños. Obviamente lo de tuluanos tiene una historia que viene de atrás. Así las cosas, no nos extraña que, como en la novela de Italo Calvino Una jornada de escrutinio electoral, votaron difuntos y trashumantes al por mayor y al dental, como dicen los pastusos. 

Orlando de Jesús, cercano siempre a la cultura de valores

Por: Daniel Potes Vargas

La axiología, como parte de la Filosofía que estudia los valores en general, parece ser el campo y el tema de cultivo literario de Orlando de Jesús Tamayo Velásquez, quien ha publicado varios libros en torno al cultivo espiritual en una época tan filistea como ésta.
Sin buscar ni esperar ayuda de organismos oficiales, este ferretero legendario de Tuluá entrega  a la población lectora su texto más reciente llamado “Un proyecto de vida de la mano de Dios”. Todo proyecto tiene un diseñador, todo diseño tiene un creador.
El libro de Stephen Hawking se llama El gran diseño y no obstante la consecuencia de la obra del astrofísico concluye en que todo esto apareció sin la intervención de un diseñador. La vida y la materia simplemente han evolucionado de lo simple a lo complejo, según el británico.
En este libro de Orlando de Jesús, el diseño de un proyecto de vida para los creyentes o teístas debe tener como soporte, firmeza y horizonte la presencia de Dios.
Para muchos Él no existe y la vida moderna se caracteriza por tener en cuenta toda clase de elementos, menos el divino.
Este libro de Tamayo Velásquez aspira a argumentar de manera sencilla y cristiana la propuesta de un proyecto que incluya al creador del universo y de la vida como eje sobre el cual se monta toda axiología, todo el cúmulo de valores cotidianos que deben orientar la vida de alguien que aspira a la felicidad, a la salud integral y a todo aquello que le permita un paso por esta vida de la manera más armónica y menos karmática.
Esta obra, breve en paginaje pero exuberante en ideas y propuestas, enriquece el patrimonio bibliográfico de Tuluá, ciudad muy rica en actividad editorial de todos los géneros literarios.
Todo proyecto de vida ahora es ateo esencialmente. El vocablo, la palabra Dios jamás aparece por ningún lado como si fuera un malestar hacerlo. A nadie le consta que Dios no existe y los ateos, como ellos mismos jocosamente lo dicen, lo son por la gracia de Dios. Indudablemente este texto servirá de guía para muchas personas que quieran darle un sentido a sus vidas y llenar sus proyectos con valores y con la perspectiva espiritual que contempla al creador como el ser al que debemos todo afecto, sin fanatismo ni hipocresías. Congratulaciones a su autor por este singular y original aporte a las letras de Tuluá, a las letras del espíritu. En medio de tanto ateo barato, casi siempre de origen anticlerical, este libro brilla por su valentía y su claridad.

Arco iris electoral

Por: Daniel Potes Vargas

Comienza una nueva era orientada por Gustavo Adolfo Vélez Román y su equipo de trabajo, que le augura a Tuluá cambios esenciales de situaciones que una funesta administración deja como herencia de mediocridad absoluta, no relativa. 
Ahora, como es natural, resultará que todos votaron por nuestro apreciado alcalde electo, el hijo de Piedad y Óscar. Algunos llamados periodistas llegarán de manera socarrona y disimulada para decir “alcalde, nosotros estábamos con otra persona de mentiras, en el fondo estábamos con usted”
Alegra saber que Gustavo Adolfo Vélez, no será tan ingenuo como para crear tales embustes y camaleonismos.
Desde mucho tiempo atrás se sabía que la lucha electoral no era entre el ingeniero Vélez y la representante de la alcaldía, sino contra o con John Jairo Gómez Aguirre, que dejó de ser mesetario y se hizo ascendente.
Cesó la horrible noche y ya las calles de Tuluá podrán verse de una manera próspera, no indolente y mísera como si fueran avenidas de Damasco recién bombardeadas por los rusos y con reductores triples de velocidad mal hechos y sobrefacturados.
La administración que por ventura concluye para Tuluá, fue un error cometido de buena fe por el parlamentario Rafael Eduardo Palau Salazar, que creyó que el escogido era madera de más calidad.
Es de suponer la lista larga de lagartos, cocodrilos, camaleones, lagartijas y saurios medianos que se acercarán a Gustavo Adolfo, para vender mil cuentos y adoptar cien máscaras. Una rebatiña que sólo el carácter, la nobleza y la sabiduría de Gustavo Adolfo Vélez Román sabrá sortear. 
Nadie es santo, pero Gustavo no tiene asuntos relacionados con la justicia y ama a Tuluá. Deseemos a nuestro estimado y querido amigo Gustavo Adolfo, la mejor de las suertes como tulueños. Que nuestro alcalde pueda cumplir sus sueños y deseos de hacer de Tuluá una ciudad con otra dimensión de progreso y proyección hacia el futuro con amigos de todas las clases y condiciones.
Este certamen electoral último trajo sorpresas, agradables unas y otras no, como la llegada de nuestra ilustre amiga la ingeniera Claudia Marien Rodríguez y el dueño de la bonhomía, Mauricio Eduard Arbeláez Herrera, y la melancolía por el no ingreso al Concejo y a la Asamblea de Wilson Amador Corrales, empresario de mucho valor en Tuluá y de nuestro entrañable amigo el abogado Óscar Marino Tovar Niño.

Tuluá habló de cómo se pasó de cuasi reina a primera princesa

Por: Daniel Potes Vargas

Hacía tiempo que Tuluá no tenía una unificación de sus voces ya que estaba dividida en muchas de ellas. El pasado 25 de octubre, con ocasión del certamen electoral que decidió la suerte de los numerosos aspirantes a la gobernación, alcaldías, asamblea y concejos municipales, hubo como una atmósfera consensual, como una unanimidad para expresar conceptos esenciales sobre el tema.
A la de Guacarí le dijeron no y a la de Zarzal ni se diga. Tuluá trazó un círculo no de tiza sino de fuego para que la guacariceña no asomara por los perímetros de Juácara y Limón Viejo y se supiera que Christian Garcés la dobló en votación y que dentro del mapa de los cuarenta y dos municipios, ella perdió los más entrañables para su ambición.
En cuanto a Tuluá, donde sus calles parecen las de Bagdad después de un bombardeo norteamericano y donde su nefasta y nunca antes vista descompuesta administración actual quería encaramar a una zarzaleña cuya misión sería básicamente ocultar las infinitas falencias y felonías cometidas durante la implementación y desarrollo de ésta.Se desinfectó el ambiente y es de esperar que para el próximo primero de enero comience una nueva era orientada por nuestro entrañable amigo tulueño Gustavo Adolfo Vélez Román, en unión de un cuerpo edilicio renovado en su gran mayoría y de un gabinete realmente enamorado de las causas tulueñas.   
Rodolfo Ramírez, Jaime de Jesús Alzate Diego Holguín Parra, Jorge Cruz, Jorge Andrade, todos los aspirantes al concejo que apoyaron a Gustavo Adolfo, los que hicieron posible la realización de su anhelo de llegar a la alcaldía tulueña, serán amigos de una administración que pretende ser de las primeras en la historia local, que venció la arrogancia de alguien que se creía reina y quedó de primera princesa como símbolo de un cuatrenio de oscuridad que ahora finalmente concluye.