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Daniel Potes Vargas

OPINIÓN

Editorial y ortografía

Por: Daniel Potes Vargas

Uno ve y lee diarios bellamente diagramados, estéticamente distribuidos, con secciones de interés, pero si falta la belleza más bella (con pase del pleonasmo), la ortográfica, de  nada vale el esfuerzo.
Si una chica levantadora  (¿o sepultadora?) de textos, tiene buena vanguardia pectoral y mejor retaguardia glútea, así tenga pésima ortografía, se queda laborando por decisión gerencial.
El colaborador queda desarmado, indefenso.  Entrega su masa al horno y no sabe qué engendro saldrá.  Nombres cambiados, fechas mutiladas, párrafos sin ilación (después de tenerla), tildes y letras cambiadas.  Uno escribe a través y sale atravez, escribe sesión y sale sección, que son los ejemplos clásicos de esta oleada de burrería que azota las prensas.
No hay correctores de pruebas sino corruptores.   Por no pagar  a un corrector profesional, poner  a cualquier chapucero que cuanto toca, lo vuelve estiércol.  Mientras más tecnología hay, parece que hay un descenso logarítmico de la ortografía.  Y lo peor es que la comunidad lectora que tenga un autor de textos, vasta o corta, algunas veces imputa o atribuye el disparate no a la levantadora (¿hundidora?) de textos sino al autor de los mismos.  Y repetimos, ¿en qué estado está aquel que envía una colaboración a un diario?  En estado de total indefensión.  Lo obligan a usar un arsenal muy limitado de vocablos porque si tiene alguna galanura con el idioma con algún bello vocablo, lo hacen rabiar y  lo transforman en algo irreconocible.  Como no lo conocen, se atreven a “corregirlo”, con su peculiar ortografía.  ¿Tendrá esto visos de cambiar?  Cada director de diarios tiene la palabra.  Cada que la mayoría de levantadores piensan sobre ortografía, levantan moscas.  Le corresponde a cada editor usar su peculiar insecticida para alejar esta plaga de los diarios.  Pero al paso que vamos en tal cometido, la salud editorial estará cada día más alejada. 

Miriam Restrepo López

Por: Daniel Potes Vargas

Tuluá no ha sido muy abundante en pensadoras. Su historia literaria abunda en poetas, desde María Luisa Román Alzate, hasta Alba Lucía Tamayo García. Por ello, la vida de Miriam Restrepo López, es un paradigma de superación en un ambiente de pensamiento masculino. Hija de Rita López Echeverry y de Abelardo Restrepo Espinosa, Miriam heredó de su padre su vocación de servicio social, al igual que sus otras hermanas. Es la segunda de doce hijos, la mayor de las cuales es Amparo. Vivió en la legendaria Calle Mocha, donde se trenzaban largas y feroces peleas a cauchera con los de La Chichería con doloroso saldo de ojos perdidos y cabezas destapadas; calle en la cual vivió la mítica y voluptuosa Raquel Toro, la Brigitte Bardot de Tuluá.
Mirian cursó su primaria en la escuela Antonia Santos y cuando era rector el Dr. Saulo Victoria Viveros, terminó su bachillerato en la época dorada de las huelgas estudiantiles y los célebres tirapiedras.
Con una tesis sobre El Emilio, de J.J. Rousseau se graduó en Filosofía en la Universidad del Valle. Para ella lo peor de Tuluá es la inseguridad y la falta de mayor educación y lo mejor, por supuesto, el carisma y calor humano de sus gentes. Su escritor predilecto es García Márquez y el filósofo que más admira y al que más lee, a Inmanuel Kant. Labora en el López Pumarejo de Tuluá y es una aceptable lectora en una tierra donde no leen sino los clasificados y noticias judiciales de los periódicos locales.