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Daniel Potes Vargas

OPINIÓN

“Ser mediado”, obra del filósofo tulueño Luis Gabriel Montaño B.

Por: Daniel Potes  Vargas 

Uno de los más importantes filósofos colombianos, Rubén Sierra Mejía, ha reiterado el carácter glosador de casi todos los filósofos. Hasta la tesis doctoral de Marx versó sobre los atomistas griegos y la mayoría de autores del pensamiento y de la ideología moderna no pasan de ser comentaristas de otros autores. En semiótica la rusa Julia Kristeva, aclaró que todo es intertextual. Nada hay ya original. En cualquier parte, en algún tiempo, alguien ha escrito sobre aquello que nosotros escribimos.
La intertextualidad satura el universo de la letra y la idea. De allí la importancia de este libro, El ser mediado, del pensador tulueño Luis Gabriel Montaño Betancourt.
Inspirado en gigantes del pensamiento como Hegel, Kant, Heidegger y Lacan, Montaño Betancourt explora la crónica de la desintegración del ser, del espíritu que perece aplastado por las reglas del sistema, que al igual que la vida, tiene el mismo objetivo primordial, perpetuar el poder de su modelo, la vigencia de una atmósfera vital y cultural.
El hombre en su lenta y grotesca donación de su axiología, del cúmulo de sus valores que desaparecen devorados por las fauces leviatánicas, queda desolado y desnudo, mera cifra irrisoria que exhibe toda su devastación ontológica y lo que es peor, feliz de entregarse a la corriente reductora del sistema.
El hombre se vuelve un objeto más en la incesante corriente del consumismo que no es otra cosa que el capitalismo con sus funciones económicas exponenciales. El ser se hace inauténtico y el ente desaparece con toda su trascendencia disuelta. Se pierde en él el hambre de absoluto y se nutre de las redes mediáticas y sus tentáculos, en medio de la oferta incesante de símbolos que satisfacen sus deseos de manera transitoria, deseos que son provocados por el mismo sistema. Los deseos de la muchedumbre son los creados por el centro del poder.
Momento feliz para Tuluá que tiene con este pensador serio, de lenguaje complejo, que brinda laberintos para decodificar con este libro. Puedo resumir su texto con una frase suya: “creer en lo absoluto es pretender al infinito desde las limitantes de nuestra propia comprensión”, pág – 120