Por: Daniel Potes Vargas
Hacía tiempo que Tuluá no tenía una unificación de sus voces ya que estaba dividida en muchas de ellas. El pasado 25 de octubre, con ocasión del certamen electoral que decidió la suerte de los numerosos aspirantes a la gobernación, alcaldías, asamblea y concejos municipales, hubo como una atmósfera consensual, como una unanimidad para expresar conceptos esenciales sobre el tema.
A la de Guacarí le dijeron no y a la de Zarzal ni se diga. Tuluá trazó un círculo no de tiza sino de fuego para que la guacariceña no asomara por los perímetros de Juácara y Limón Viejo y se supiera que Christian Garcés la dobló en votación y que dentro del mapa de los cuarenta y dos municipios, ella perdió los más entrañables para su ambición.
En cuanto a Tuluá, donde sus calles parecen las de Bagdad después de un bombardeo norteamericano y donde su nefasta y nunca antes vista descompuesta administración actual quería encaramar a una zarzaleña cuya misión sería básicamente ocultar las infinitas falencias y felonías cometidas durante la implementación y desarrollo de ésta.Se desinfectó el ambiente y es de esperar que para el próximo primero de enero comience una nueva era orientada por nuestro entrañable amigo tulueño Gustavo Adolfo Vélez Román, en unión de un cuerpo edilicio renovado en su gran mayoría y de un gabinete realmente enamorado de las causas tulueñas.
Rodolfo Ramírez, Jaime de Jesús Alzate Diego Holguín Parra, Jorge Cruz, Jorge Andrade, todos los aspirantes al concejo que apoyaron a Gustavo Adolfo, los que hicieron posible la realización de su anhelo de llegar a la alcaldía tulueña, serán amigos de una administración que pretende ser de las primeras en la historia local, que venció la arrogancia de alguien que se creía reina y quedó de primera princesa como símbolo de un cuatrenio de oscuridad que ahora finalmente concluye.