Por: Daniel Potes Vargas
Comienza una nueva era orientada por Gustavo Adolfo Vélez Román y su equipo de trabajo, que le augura a Tuluá cambios esenciales de situaciones que una funesta administración deja como herencia de mediocridad absoluta, no relativa.
Ahora, como es natural, resultará que todos votaron por nuestro apreciado alcalde electo, el hijo de Piedad y Óscar. Algunos llamados periodistas llegarán de manera socarrona y disimulada para decir “alcalde, nosotros estábamos con otra persona de mentiras, en el fondo estábamos con usted”
Alegra saber que Gustavo Adolfo Vélez, no será tan ingenuo como para crear tales embustes y camaleonismos.
Desde mucho tiempo atrás se sabía que la lucha electoral no era entre el ingeniero Vélez y la representante de la alcaldía, sino contra o con John Jairo Gómez Aguirre, que dejó de ser mesetario y se hizo ascendente.
Cesó la horrible noche y ya las calles de Tuluá podrán verse de una manera próspera, no indolente y mísera como si fueran avenidas de Damasco recién bombardeadas por los rusos y con reductores triples de velocidad mal hechos y sobrefacturados.
La administración que por ventura concluye para Tuluá, fue un error cometido de buena fe por el parlamentario Rafael Eduardo Palau Salazar, que creyó que el escogido era madera de más calidad.
Es de suponer la lista larga de lagartos, cocodrilos, camaleones, lagartijas y saurios medianos que se acercarán a Gustavo Adolfo, para vender mil cuentos y adoptar cien máscaras. Una rebatiña que sólo el carácter, la nobleza y la sabiduría de Gustavo Adolfo Vélez Román sabrá sortear.
Nadie es santo, pero Gustavo no tiene asuntos relacionados con la justicia y ama a Tuluá. Deseemos a nuestro estimado y querido amigo Gustavo Adolfo, la mejor de las suertes como tulueños. Que nuestro alcalde pueda cumplir sus sueños y deseos de hacer de Tuluá una ciudad con otra dimensión de progreso y proyección hacia el futuro con amigos de todas las clases y condiciones.
Este certamen electoral último trajo sorpresas, agradables unas y otras no, como la llegada de nuestra ilustre amiga la ingeniera Claudia Marien Rodríguez y el dueño de la bonhomía, Mauricio Eduard Arbeláez Herrera, y la melancolía por el no ingreso al Concejo y a la Asamblea de Wilson Amador Corrales, empresario de mucho valor en Tuluá y de nuestro entrañable amigo el abogado Óscar Marino Tovar Niño.