Este carismático líder de Centro Democrático, partido que apoya de modo incondicional al aspirante a la alcaldía Gustavo Adolfo Vélez Román, es hijo de Nelson Sanclemente Pineda y Deyanira Tascón Jaramillo. Es el mayor de cuatro hermanos y sobrino de Jaime Sanclemente Pineda, que salió en la primera promoción de los salesianos del San Bosco en 1950. Darío cursó allí su primaria y bachillerato. Hizo estudios universitarios en la Universidad de Marseille-France. Para Darío, lo peor de Tuluá es la inseguridad y lo mejor, su gente. Ve en Vélez Román a un líder con capacidad de gestión y con un perfil empresarial que necesita Tuluá. La ciudad para él es una empresa de carácter social y el Concejo una junta directora de su desarrollo. Los concejales deben ser artífices del desarrollo de su ciudad y no meros entes de corrupción o arrodillamiento al ejecutivo de turno. Debe generar este Concejo de Tuluá proyectos de interés colectivo e impacto social sostenible. Trabajar con la bancada pertinente para cada uno en busca de esos horizontes debe ser perspectiva insalvable de todo edil. Se rumora que hasta un 80% de la población edilicia de Tuluá cambiará tras las elecciones del 25 de octubre próximo. Hay que renovar, según Darío, con ideas y mediante debates, y evitar a los tramposos que arman sus posiciones a espaldas de la ciudad y sus gentes. Por ende, debe buscar el cambio y ser catalizadores de procesos de mejoramiento para Tuluá. En esta lista no preferente hay gente joven, universitaria casi toda, entre los cuales destacan: Juan David Pérez, Lizeth Fernanda Serna, Yirlandy Solís Anguiño, Miguel Ángel Leguía Muñoz o Valentina Chaparro Restrepo. Son muchachos que se preparan cada día mejor. Esto dentro de un movimiento que cuenta con líderes y figuras tan importantes como Juanita Cataño, en Cali. Darío tiene tres hijos: Juan Manuel, Juan Sebastián e Isabella. Apoya a Chistian Garcés y está casado con Susana García Idárraga, madre de sus tres hijos. Aunque educado en Francia, Darío es intensamente tulueño.
Daniel Potes Vargas
OPINIÓN