Por: Daniel Potes Vargas
Padilla, el poeta es un soñador en acto y potencia, como en Filosofía clásica. Antes de viajar a un país lo ha recorrido con su imaginación a través de mapas y lecturas de enciclopedias. Primo del vate Walter Mondragón López, José Isaac Padilla Mondragón escribió unas temibles memorias suyas, que abarcan el Gimnasio del Pacífico y su vida erótica.
Desde una posición contra sus profesores hasta los escapes en moto con la lujuriosa Ratona, Padilla ha sido fiel a su memoria rebelde, a su vocación cuestionadora y objetora. Tras sus históricas y terribles memorias donde no dejó títere con cabeza, Padillita, como lo llaman sus amigos y amiguitas, redactó un poemario que paga su deuda con la soñada revolución social en su Canto de los oprimidos, donde recoge el grito de los elenos, liberación o muerte.
Aunque Padilla debería decir fornicación o muerte porque fiel a su vida amorosa, su condición de soldado del eros, habla de revolución pero sueña en fornicaciones.
Padilla presenta ahora, en forma de diario, su viaje a un país austral. La Chile de Salvador Allende era su meta y, allá llegó tras su trasegar en buses por Ecuador, Perú y finalmente sus temporadas de conocimiento, reconocimiento y hallazgos en Santiago de Chile, Antofagasta y Arica.
La literatura de viajes tuvo su esplendor con los viajeros franceses, alemanes norteamericanos y españoles. Padilla recoge ese fervor de las trashumancias.
Padilla sabe que la dimensión del viaje no es solo ir de A hacia B sino ensamblarse con la realidad cultural y social del país que se estudia, vive y visita.
Un tercer camino de este profesor de Inglés, un tercer texto de este lector de temas históricos y revolución. Un tercer libro de este tulueño valioso y sencillo que entrega ahora a la comunidad lectora este trabajo de recuerdo y evocación, de viaje y de pensamiento con el título de Diario de viaje a Chile.