Jaime Montoya Candamil, antes de ser ubicuo, fue ganador del premio de periodismo Simón Bolívar por un trabajo llamado “Secretos de escritores”, donde abordaba a manera de entrevista, la vida y obra de autores nacionales y extranjeros y, entre ellos, claro está, a varios tulueños, escritores de su natal Tuluá aunque nació en Medellín. Quizá ahí radica la clave de su ubicuidad.
Es de dos partes, como mínimo. Hijo de un fraile franciscano que leía Las florecillas de San Francisco y enamoraba paralelamente, Jaime descubrió el don de la ubicuidad, pero de tipo pensional. Halló que por cada libro publicado, un funcionario oficial podía hacer valer dos años para su pensión.
Como tenía cinco títulos editoriales, le valieron una década. Diez años que anticiparon en dos lustros su jubilación. Estaba trabajando y al mismo tiempo adelantado en la cronología.
Jaime publicó un libro cuando fue jefe de prensa del cardenal Alfonso López Trujillo, y otro dedicado a Manuel Mejía Vallejo, de quien fue gran amigo.
Carece de cabello porque ni el Dr. Dávila Dávila, su apóstol dermatológico en Tuluá ha logrado con los implantes foliculares rescatarlo del reino absoluto de la alopecia. Pelos no tendrá, pero sí muchas ideas y con ellas ha administrado el fervoroso amor de viudas otoñales y bien nutridas de recursos.
Jaime Montoya Candamil, hace poco fue visto charlando a lo largo de la séptima en Bogotá en compañía del intelectual Otto Morales Benítez, y al mismo tiempo reportaron su visión y su presencia en el estrecho del Bósforo. El problema, para los profesores de Física en Tuluá, es saber cuál presencia es más real, la de Bogotá o la del estrecho que separa a Europa de Asia. Hace aparecer montañas en el centro de Barranquilla y agua en el desierto de la Tatacoa. Este poeta y declamador que usa túnicas muy blancas y largas para declamar y consume cenizas del santo Sai Baba, atribuye el ser abogado que litiga en varias ciudades al mismo tiempo, don que se lo permite la ubicuidad, a los consejos espirituales de su padre. Hijo de ensotanado sale poli ubicuo, comenta entre risas bondadosas y pensamientos que contravienen las leyes de la geometría y la geografía.